Amélie.

Amélie tiene una infancia difícil. Sus padres la creen víctima de una anomalía cardíaca y es esta la razón por la que la niña casi no tiene contacto con otras personas. No va al colegio, su único amigo es un pez llamado Cachalote, con el que se identifica de una forma muy especial, ambos se sienten encerrados en una caja de la que creen que jamás podrán salir. Para ocupar su tiempo, se ve obligada a inventar su propio mundo, en el que todo es como ella desea. Su madre, Amandine Poulain, muere de una forma insólita cuando Amélie tiene 6 años. Su vida se vuelve aún más aburrida junto a su padre, que se encierra más en sí mismo tras la trágica muerte de su mujer. Amélie se conforma con ver el mundo tras el cristal de su ventana, mientras sueña con alcanzar la edad para poder irse de casa.

Cuando ese momento llega, Amélie consigue trabajo en una cafetería de Montmartre, “Les deux Moulins”. Amélie conserva el gusto por los pequeños placeres; mirar hacia atrás en el cine para ver la cara de los espectadores, hundir la mano en un saco de legumbres, partir con la cuchara el caramelo de la crema catalana y hacer rebotar las piedras en el canal Saint-Martin. En cambio, odia las viejas películas en las que el que conduce nunca mira la carretera.

El 30 de Agosto de 1997 parecía ser un día de lo más normal cuando, sin querer, Amélie descubre una cajita oculta tras un zócalo de su cuarto de baño. Cuando la abre, una inimaginable emoción invade su cuerpo al ver los objetos personales que, como un tesoro, un niño había guardado en ella 40 años atrás. Tras este impactante descubrimiento, Amélie se propone encontrar al propietario de la cajita de recuerdos y devolverle su apreciado tesoro. Decide que, si éste se conmueve, dedicará su vida a ayudar a los demás y si no, pues nada. Durante la búsqueda, las vidas de Nino Quincampoix y Amélie Poulain se cruzan por primera vez. El encuentro fue muy breve , sus miradas se entrelazaron durante apenas unos escasos segundos, pero fue suficiente para que a partir de ese momento, ambos ocuparan su mente en aquel instante tan mágico y especial durante mucho tiempo. Lo que ambos desconocían es que, mientras Amélie soñaba con ir a la escuela para tener amigos y poder jugar como cualquier niño o niña de su edad, Nino hubiera preferido vivir encerrado en su casa, pues no tuvo demasiada suerte en la amistad y los demás niños del colegio lo insultaban y ridiculizaban con frecuencia.

Durante el resto de la obra, de forma anónima y original, Amélie ayuda a encontrar la felicidad a todas las personas que la rodean. Por el contrario, se olvida de la suya. Un amigo muy especial al que llaman “el hombre de cristal”, padece una enfermedad que hace que sus huesos se rompan con gran facilidad, lo que lo obliga a permanecer encerrado en su casa todo el tiempo. Ella, que indentifica su triste y solitaria infancia con la vida de este pobre anciano, decide ayudarle. De la misma forma, es Raymond Dufayel, “el hombre de cristal”, quien abre los ojos de Amélie, y la ayuda a luchar por conseguir su propia felicidad.