Hasta que el ser humano inventó la bombilla incandescente, la vida de las mariposas fue cómoda. Sólo tenían que seguir a rajatabla su código genético, perfeccionando durante millones de años por millones de generaciones de mariposas. Este código genético que las regía tenia dos reglas incebrantables:
- Seguir las fuentes luminosas infrarrojas/ultravioletas para conseguir alimento.
- Huir hacia la el sol, la luna, hacia la fuente luminosa más potente, en caso de que sintieran cualquier tipo de peligro, para de esta manera aumentar sus probabilidades de supervivencia gracias al posible deslumbramiento que pudiera sufrir su depredador.
La invención de la bombilla acabó con la apacible vida de las mariposas. Una nueva fuente de radiación infrarroja/ultravioleta iluminaba sus vuelos. Sus cerebros interpretaban estas luminarias como inagotables fuentes de alimento e, inexorablemente, sometidas a la fuerza del instinto, se acercaban a ellas. No sabían que estas deliciosas fuentes de néctar les provocaría dolor. Un dolor que les quemaba el cuerpo. En ese momento, el del dolor, su código genético les gritaba que se dirigieran hacia la fuente más brillante. Pero, la intensidad lumínica de las bombillas era tan alta, que el sol, la luna, eran meras estrellas en el firmamento. Su instinto las conducía a la muerte. Cuanto más se quemaban al pegarse a la superficie vítrea de la bombilla, más intensa, potente, era la voz interna del instinto que las advertía del peligro y las encaminaba hacia él.
Pero las mariposas tienen esta cruenta guerra ganada. Perderán millones de batallas, pero ganarán la guerra. Cuenta con un arma secreta, una poderosa aliada: la evolución.
La evolución será lo que les posibilite aprender a distinguir los falsos soles de las luces verdaderas, de las fuentes de vida. Lo que les enseñará a alejarse de la muerta cierta disfrazada de suculento alimento, de delicioso néctar.
las publicaciones cientificas dicen otras cosas, pero bueno el profe tiene siempre razòn...o no!
ResponderEliminarel chapulin colorado